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sep
22

Diseñados para correr

El cuerpo humano, ideal para correr largas distancias

El sedentarismo es un estilo de vida que comparte la gran mayoría de los seres humanos del siglo XXI. Según el biólogo Dennis Bramble, de la Universidad de Utah y el paleoantropólogo Daniel Lieberman, de la Universidad de Harvard, la carrera de distancia fue crucial en la evolución del Homo sapiens ya que el cuerpo cuenta con los elementos anatómicos y fisiológicos necesarios para correr a paso veloz durante un periodo considerable de tiempo. En cambio, otros mamíferos superan en velocidad al ser humano. Por ejemplo, el animal más veloz, el guepardo llega a alcanzar una velocidad de 120 km/h. En cambio, un corredor de 100 m planos apenas llega a los 36 km/h. Según Gertrudis Uruchurtu, de la revista ¿Cómo ves?, la velocidad de sprint sólo se puede mantener por poco tiempo debido a que el esfuerzo que se requiere para lograrlo hace que la temperatura corporal rebase los 40ºC. Todos los animales, incluyendo al hombre, dejan de correr cuando su cuerpo llega a esa temperatura.

El cuerpo humano tiene las características ideales para realizar carreras de larga distancia. En un artículo de Nature, Bramble y Lieberman explican que las piernas actúan como un resorte capaz de propulsar al corredor en cada zancada. El secreto de la pisada está en el arco del pie, que se comprime al mismo tiempo que la rodilla se dobla y el centro de gravedad del cuerpo baja para, en el siguiente paso, ser impulsado hacia arriba. La energía del aterrizaje se acumula en el tendón de Aquiles, que se conecta con los músculos de la pantorrilla, el talón y el ligamento iliotibial que a su vez se une con el glúteo máximo, dando una potencia máxima. Ni el glúteo máximo, ni el tendón de Aquiles, ni el iliotibial se utilizan al caminar; son exclusivamente para correr.

En cuanto a la energía que se consume al correr, vale la pena señalar que depende dos factores: la velocidad y la longitud de las piernas. Mientras mayor sea la longitud de las piernas, menor es la cantidad de movimientos que se ejercen al correr y por lo tanto, menor energía es gastada.

Resulta también interesante considerar las estructuras corporales que permiten mantener el equilibrio al correr, pues la mayoría de los animales lo hacen gracias a la cola. En el caso de los seres humanos, el tronco se inclina hacia adelante cuando el pie llega al suelo, y el glúteo máximo se contrae e impide la caída. De igual forma, el tórax permite que los brazos y los hombros se muevan para mantener el equilibrio.

Lieberman y Bramble concluyen que la carrera fue un factor crucial para la evolución humana ya que en muchos casos, correr era la única alternativa para huir de los depredadores o para alcanzar a las presas. A pesar de que han pasado miles de años, el cuerpo de los seres humanos aún conserva los mecanismos para correr, así que ¡a correr!

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